14 oct 2013

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Me miró como si no me reconociera. Era como si hablásemos idiomas distintos. Creyó que estaba loca.

—Todos estamos locos.

—En ese caso, me miró como si yo fuera la única persona cuerda en el mundo.

—¿Cuál es la diferencia?

—No hay diferencia.

—¿Tú crees que estás cuerda?

—Nadie está cuerdo.

—Eso ya lo he dicho yo.

—No; tú has dicho que todos estamos locos. Hay una diferencia.

—¿Y si él tuviera razón?

—¿En qué?

—En que estás loca.

—Le destrozaría. Sería como un juguete.

—¿Un juguete?

—Destruir juguetes, destruir personas... ¿Cuál es la diferencia?

—No hay diferencia.

—¿Tú crees que estoy loca?

—Pero querida, ¿cómo no vas a estarlo? Sólo eres un producto de mi imaginación, Alicia.


1 comentario:

  1. Quizá tu encendieras mi televisor esta madrugada y queriendo azuzar mi locura colases un conejo blanco con monóculo en mi refugio atómico. Aplausos y vítores milord, lo ha vuelto a hacer.

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