20 jul 2010

Mono travieso

Un tarrito de luciérnagas
recién cogidas de las ciénagas
ardientes de tu corazón,
duro como una armazón
de acero blindado,
jamás amado,
jamás querido,
sólo deseado.

Ambicionado tesoro,
valioso como el oro,
cuchara plateada
de platea dorada,
entre gritos
y pitos
y susurros
a ratitos.

¡Qué travieso mono!,
el rey del abandono,
valiente cobarde
que entre llamas arde,
solo, sin canción,
sin emoción,
sin melodía
ni pasión.

Sólo un muñeco de trapo,
apenas un jirón de harapo,
un pequeño espía,
un jarrón de agua fría,
un amante que crece,
se envanece,
vuelve corriendo
y después desaparece.

Un ser poco corriente,
casi un muerto viviente,
que no vive en vida
sin que ésta sea ida,
porque no ama,
sino trama;
porque no siente,
pero brama.

Porque no quiere,
sólo hiere;
porque no padece,
pero palidece;
porque no conoce
ni observa.
Sultán del goce,
señor de la guerra.