26 oct 2010

Oda a una puta II

Puta. La recuerdo perfectamente.
Puta, puta y puta. ¡Mil veces puta!
Tan puta era que usaba micrófono en cada conferencia
y se deleitaba con su monólogo… debajo de la mesa.

Empezó de becaria hace cinco años
y a las dos semanas ya tenía despacho.
Y eso que nunca estuvo dispuesta a quedarse en bragas…
porque no llevaba, digo, que bastante tapaba la falda.


¡Menuda puta! El jefe la adoraba
(normal, ella se la adobaba)
y todo el despacho babeaba
cuando, meneando su culo, se paseaba
y llegaba a mi mesa, me ponía toda la cesta
y susurrando decía “A mi despacho, Iniesta”.

Y lo curioso del caso es que no me llamo Iniesta,
pero creo que eso fue chiste de ella,
que metió la «h» por medio sin darme yo cuenta,
como le pasó con su jefe estando de dependienta.


Maldita puta… La más puta de entre las putas,
que más tenía de puta que de mujer
y hasta más de bebedero de pato,
porque lo suyo no era el recato, no.

Para ella, “Sutileza” era una marca de condones,
aunque tampoco estaba segura,
porque siempre corrían a cuenta del jefazo,
que para algo era él quien tenía los contactos.


Cacho puta. Que puta eres, puta fuiste y puta serás.
Puta, puta y puta, nada más que puta.
Yo estaré en el paro por tu culpa,
pero al menos soy un hombre digno, ¡pedazo de puta!

25 oct 2010

Oda a una puta I

Decía el gran escritor
que con mujer no es convivir
posible sino sin sentir
por ella verdadero amor.

Pero tal es no considerar
la virtud de alguna otra
cuyo amor jamás se agota
si fondos quedan para gastar.


Engruesan sus ingresos
estas harpías mujeres
a despecho de conejos
en concepto de alquileres.

Hacen cuanto quieres
y sobrepasan los excesos
de la decencia de esos
que ni siquiera las merecen.


Por eso menester de sabios
es afianzarse apuesta segura,
que es la que más perdura,
después del pintalabios.

Y laméntese la mujer cuanto quisiere:
¡Ay, que mi marido ya no me quiere!
Pero señora, su gesto genuflexo
no satisface a su marido tanto como el sexo.

3 oct 2010

Descanse en paz

Un alma por otra,
moneda de cambio…
De cambio vacío,
de cambio en vano.

La que huye, anciana,
no es de este siglo.
La que nace, despierta,
vivirá uno baldío.

El llanto corrompe
el bello rostro
del ángel gitano
y la sangre negra
que hierve, que arde,
fluye en este baluarte
de promesas y mentiras
y gritos olvidados.

Ríe socarrona la luna
con su sonrisa burlona.
Las estrellas la acompañan
en esta noche de sombras.

Tus ojos azules
brillan con lágrimas
de añoranza y tristeza,
de melancolía funesta.

Ven a mi lado, pequeño,
no llores más.
Acógete a mi regazo,
tierno, cálido, seco,
y olvida tus penas
de pobre diablo,
de triste mortal…
¡Ay, ángel alado!