Me sabes bien.
Me sabes dulce, a golosina, a juventud, a «¿Y por qué no?». Me sabes a mañana, a alegría. Me sabes a café con bizcocho, a una tarde de cine, a pasear por Madrid.
Me sabes salado, divertido, inexplorado. Me sabes como a nuevo, un plato desconocido o un juguete recién comprado. Me sabes a centro comercial, a charlar hasta la noche, a escribirnos por la mañana.
Me sabes ácido, a excitación, a una erección en tu pantalón. Me sabes a besos, a saliva, a semen, a sudor. Me sabes a colonia, me sabes a almidón. Me sabes a la i de Moncloa, al lago de Debod.
Me sabes amargo. Me sabes a alcohol. Me sabes a tabaco, a humo, a ceniza y cenicero. Me sabes a despedida, a autobús que se va, a una única lágrima en la mejilla.
Y ¿sabes? Tú... tú no sabes nada.
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